Semetabaj Especial Año Paulino,

Año XXII, No. 389

Sololá, Junio de 2009

Clausura del Año Paulino

El sábado 28 de junio del 2008, en las vísperas de la Solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma, el Vicario de Cristo su Santidad Benedicto XVI, inauguraba el Año Paulino para conmemorar los dos mil años del Nacimiento del Apóstol de los Gentiles, San Pablo.

En aquella solemne celebración, el Papa Benedicto XVI en su homilía exhortaba a la Iglesia a tener vivo el ejemplo de San Pablo en los tiempos actuales: “Maestro de los gentiles, apóstol y heraldo de Jesucristo: así se define a sí mismo con una mirada retrospectiva al itinerario de su vida. Pero su mirada no se dirige solamente al pasado. "Maestro de los gentiles": esta expresión se abre al futuro, a todos los pueblos y a todas las generaciones. San Pablo no es para nosotros una figura del pasado, que recordamos con veneración. También para nosotros es maestro, apóstol y heraldo de Jesucristo. Por tanto, no estamos reunidos para reflexionar sobre una historia pasada, irrevocablemente superada. San Pablo quiere hablar con nosotros hoy. Por eso he querido convocar este "Año paulino" especial: para escucharlo y aprender ahora de él, como nuestro maestro, "la fe y la verdad" en las que se arraigan las razones de la unidad entre los discípulos de Cristo. En esta perspectiva he querido encender, para este bimilenario del nacimiento del Apóstol, una "llama paulina" especial, que permanecerá encendida durante todo el año en un brasero particular puesto en el atrio de cuatro pórticos de la basílica.

La invitación del Papa fue acogida en muchas partes de la tierra. Durante este año en distintos lugares y de diversas formas los cristianos han llevado a cabo diversas iniciativas para celebrar tan magno acontecimiento. Numerosas celebraciones litúrgicas, peregrinaciones, encuentros académicos, videos, retiros y una serie de actividades que han ayudado a conocer la vida de este gran apóstol.

Aquí en el Seminario de Sololá todos hemos procurado hacer eco a la invitación del Santo Padre. Cada uno en su vida de piedad, de estudio ha aprovechado para reflexionar sobre las enseñanzas de este Maestro de la fe. Se han podido organizar también algunas actividades colectivas como las diversas celebraciones de la Santa Misa, las constantes alusiones al Apóstol durante el rezo de laudes, vísperas y en las meditaciones; actividades académicas como la Magistral Lección Inaugural que Monseñor Mario Molina, Obispo de la Diócesis de El Quiché con tanta amabilidad vino a compartirnos; así también, el caminar en peregrinación por los senderos que nos llevaron hasta el templo de San Pablo la Laguna lugar donde nos unimos a la comunidad entera en sentida celebración Eucarística.

En pocos días estará llegando a su final este Año Paulino que, sin duda alguna, quedará grabado en la Historia de la Iglesia y de la humanidad entera. Por esta razón el grupo de seminaristas del Primer año de Teología de nuestro Seminario Mayor, quieren dedicar este número extraordinario del Periódico Semetabaj a la vida del Apóstol San Pablo. Sirva como acción de gracias a Dios Padre por regalarnos en la vida de Pablo un verdadero Maestro y ejemplo a imitar; homenaje a la figura de tan insigne testigo de Jesucristo y hombre de un profundo amor a la Iglesia; agradecimiento al Papa Benedicto XVI por esta hermosa iniciativa que tanto bien está haciendo en la vida de las comunidades cristianas.

La figura de San Pablo nunca dejará de tener actualidad porque él es solamente el instrumento elegido por Dios para anunciarnos su Palabra; sus enseñanzas son siempre perennes porque tienen el sello de la fuerza del Espíritu Santo y porque nos muestran la verdad plena que busca la mente y el corazón de todo hombre y que en Jesucristo, “el mismo ayer, hoy y siempre” podemos alcanzar.

Que no se apague “la llama paulina”, San Pablo quiere hablar con nosotros hoy; escuchemos la voz de un testigo fiel y auténtico maestro de la fe. Su intercesión desde el cielo podrá ayudarnos a caminar por la senda de Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida.


P. Víctor Leonel Ordónez

Un Bosquejo Biográfico De San Pablo

Quien quiera conocer la fisonomía del Apóstol Pablo, necesariamente ha de leer los libros del Nuevo Testamento que se refieran a él: en primer lugar sus Cartas, pues son de primera mano, y, en segundo lugar, el libro de los Hechos de los Apóstoles, tradicionalmente atribuido a Lucas, discípulo suyo. Aún con las divergencias que tienen ambas fuentes en diversos puntos, no pueden despreciarse como poco fiables.

La figura que tenemos de Pablo es ésta: judío de nacimiento, griego de cultura y romano de ciudadanía. Pablo era un hombre cosmopolita, de amplio conocimiento y que puso su experiencia al servicio de la evangelización.

En varios momentos las Cartas Paulinas y el libro de los Hechos nos proponen “discursos autobiográficos” de Pablo. Son de obligada lectura: de primera mano los relatos de Ga 1,11-24; Flp 3,5-6; “de segunda mano”: Hch 9,1-18 (este es el relato de la vocación del Apóstol); 22,1-21; 26,1-23.

El Apóstol nació hacia el año 5 de la era cristiana. Su apostolado lo realizó entre los años 30 y 60. Murió mártir en Roma, bajo el emperador Nerón, en el año 64 ó 67.
San Pablo como judío.

Él se reconoce judío: «Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos» (Flp 3,5). Nació en Tarso de Cilicia; por lo tanto, nacido en la Diáspora judía. Era una distinción precisa entre ellos. Su nombre es igual al del primer rey de Israel: Saúl/Saulo. Tenía al menos una hermana (cf. Hch 23,26).

Conocía bien las Escrituras judías. En el afán de ganar a sus hermanos para la salvación, vivió y se sirvió de ella para evangelizar. Se han hecho amplios estudios sobre la forma de servirse de ellas en sus Cartas y, efectivamente, la manejaba con absoluta soltura y la interpretó conforme a la revelación que tuvo de Jesucristo.

En el mismo versículo citado inmediatamente antes (Flp 3,5; cf. Hch 23,6) también recoge que «… en cuanto a la Ley, [soy] fariseo». En tiempo de San Pablo ya funcionaban las escuelas elementales, en las que les enseñaban a los niños, hasta los diez años, a leer las Escrituras y a sabérsela gran parte de memoria. Para los que podían seguir, se acercaban a un rabino para aprender más, también se memorizaban y les eran explicados los comentarios a la Escritura. En su juventud se fue a Jerusalén, y se instruyó a los pies de Gamaliel (Hch 22,3). Allí también aprendió a comentarla.

Perseguidor de la Iglesia, por celo de la religión judía, se convirtió (cf. Hch 9), llegando a ser el Apóstol de los gentiles. Él mismo reconoce, con dolor, haber perseguido a la Iglesia (cf. 1Co 15,9; Ga 1,13.23; Flp 3,6; Hch 7,58; 8,1-3; 9,1-2; 22,30, etc.).

Habiéndose encontrado con Cristo en el camino de Damasco (cf. Hch 9,1-18) y habiéndose esforzado por atraer a los de su raza para Cristo (cf. Hch 13,46), llegó a exclamar con desgarro del corazón: «Pues desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne, -los israelitas-» (Rm 9,3-4a).

Una nota más en este punto: Pablo hablaba arameo (Hch 21,40;22,2; 26,14: los judíos hicieron silencio, pues se sorprendieron que les hablara en “el dialecto hebreo”, refiriéndose probablemente a la lengua aramea), en común con los de su raza. Los judíos en Palestina y, en general, también los judíos de la Diáspora lo hablaban, lengua que adoptaron a partir del Exilio de Babilonia (siglo VI a.C.). Además, con probabilidad hablaba hebreo, la lengua sagrada, pues su “formación rabínica” lo requería. Todo judío al menos debía saber lo fundamental del hebreo para leer las Sagrada Escritura en la sinagoga.

San Pablo como griego

Como indicamos arriba, Pablo nació en Tarso de Cilicia, es decir, es un judío de la Diáspora. Tarso se sitúa actualmente en Turquía.

Más que “griego”, podemos decir que es un judío “helenista”, diferenciándolo alguien originario de lo que actualmente conocemos como Grecia. Además, en el lenguaje neotestamentario, “griego” significa “gentil” o “pagano”, haciendo referencia a todas las demás personas, las que no pertenecían al pueblo de Israel.

El tiempo en que le tocó vivir a Pablo, era una época de esplendor para el Imperio Romano. La cultura estaba generalizada, en cierta manera semejante a las ventajas que ofrece ahora la llamada “globalización”.

Pablo tuvo acceso a una formación judía, pero también sus escritos y el libro de los Hechos nos refieren de él una formación helenística-retórica buena. «El hogar familiar y la sinagoga sirven para explicar la alta calidad de la educación religiosa que recibió Pablo. Ahora bien, ¿de dónde proviene su educación seglar? La respuesta más simple es que Pablo fue a la Academia de Tarso. Como corresponde a una población tan ávida de conocimientos, en el siglo I, esta institución rivalizaba con sus homónimas de Atenas y Alejandría, las eminentes escuelas de la antigüedad. La escuela retórica de dicha academia era especialmente famosa».

Por el recurso amplio que tiene de la retórica, se ha llegado a comparar las Cartas de San Pablo con las de Cicerón o las de Séneca; también hay autores que ven alusiones o paralelismos con obras de autores paganos contemporáneos o anteriores a él.

Respecto de la lengua, hemos de apuntar que sabía expresarse en griego (cf. Hch 21,37: se sorprendió el tribuno de que Pablo hablara en griego). Las 13 Cartas paulinas están escritas en griego, un griego koiné, correcto, vivo, con repuntes retóricos. Y es conocimiento generalizado que la versión de las Sagradas Escrituras que utilizó fue la de los LXX, o llamada también “Septuaginta”, versión griega de las Escrituras judías.

El hecho de haber nacido en la Diáspora, con una cultura vasta y una lengua tan ampliamente utilizada, le permitió moverse sin problemas por todo el Imperio, hasta incluso llegar, como asegura una tradición, a Hispania, el confín de la tierra. Conoció más caminos y ciudades que ningún otro apóstol.

San Pablo, ciudadano romano

La ciudadanía romana de Pablo, que traía consigo derechos y privilegios, le venía de nacimiento. Así lo refieren Hch 16,37; 22,22-29. Según refieren estos textos, Pablo iba a ser azotado –en 16,37 se dice que fue azotado-, e hizo valer sus derechos. La Lex Portia de Provocatione prohibía castigar con la flagelacion a un ciudadano romano. También hizo valer su derecho al apelar al juicio del César (Hch 25,11-12).

Como refiere Adams, la ciudadanía romana podía adquirirse por tres procedimientos: por nacimiento, por concesión de la libertad a un esclavo –por supuesto, esta concesión es de alguien con la capacidad de dar esta ciudadanía- o por una especial concesión. Un ciudadano romano tenía, entre otros, estos derechos: a votar en la asamblea, a hacer contratos legales y tener propiedades, a apelar la decisión de los magistrados, a tener un juicio, a la inmunidad en determinados asuntos, a no ser torturado… Estos derechos correspondían a un ciudadano de segunda clase. Los de primera clase tenían más privilegios.

¿Hablaba Pablo en latín? Hay que aclarar que de su ciudadanía romana no se puede deducir sin más que hablaba latín, “la lengua de los romanos”. Hay varios autores que argumentan a favor de que sí lo hacía, pero no tienen evidencias y se basan en hipótesis.

Conclusión

Conocer la personalidad y el pensamiento de Pablo es muy importante. En el libro de los Hechos de los Apóstoles es protagonista: la primera parte se dedica a narrar el apostolado de Pedro y los Apóstoles, y aparece Saulo en determinadas ocasiones; la segunda, narra el apostolado de San Pablo. Lucas, el autor de este libro de los Hechos, fue discípulo del Apóstol. De los 27 libros que componen el Nuevo Testamento –de los que la mayoría son Cartas-, 13 se le atribuyen. En un principio la Carta a los Hebreos se le atribuyó también; ahora sólo se sostiene que tiene influencia suya.

El Apóstol fue el que se dedicó a evangelizar a los gentiles, la rama silvestre que se injertó al tronco de Israel y que ha dado los mayores frutos. Si el pueblo de Israel estaba llamado a continuar con el favor de Dios, al no ser fiel a la Alianza se pasó la salvación a otro pueblo (cf. Mt 21,43). Aunque comenzaba por predicar en las sinagogas, San Pablo terminaba predicando a los gentiles, quienes en mayor número abrazaron la fe.

Sin negar la importancia de los evangelios para la fe de los cristianos, el Apóstol nos revela a Cristo –aplicado a la vida concreta de aquellos primeros cristianos-, y sigue enseñándonoslo. Su predicación sigue siendo actual, porque no se enseñó a sí mismo. Fue un fiel instrumento para que la Palabra de Dios no sólo fuera escuchada sino también leída, y meditada, y hecha vida.

P. Miguel Ángel Xicay

San Pablo El Converso


Nuestra formación sacerdotal está enriquecida con el ejemplo de vida de los Santos. Cada Santo tiente sus rasgos propios según el ambiente en que vivió.

Consideramos ahora la vida del Apóstol de los gentiles “San Pablo”. Pablo en el peregrinar de su vida, fue judío convertido al cristianismo en los comienzos de la Iglesia. Nación en Tarso de Cilicia entre los años 5-10 después de Cristo. De el hay que decir que fue Apóstol de Cristo, es decir, enviado de Dios.

La conversión de Pablo se da después de la Resurrección de Cristo. Su vida se divide en dos etapas: la primera como el gran perseguidor de Cristo y la segunda como defensor de Cristo hasta dar su vida por Él.

En la vida de San Pablo ocurre algo extraordinario, ya que su conversión fue de lo púramente humano a lo divino, de una voluntad humana e imperfecta a una voluntad divina y perfecta. Esta conversión no es algo pasajero y sin fruto, sino, fructífero ya que influye en la vida de la Iglesia universal. Por ello este año Jubilar es dedicado a San Pablo al celebrar dos mil años de nacimiento.

La conversión de San Pablo hizo renacer a muchos hombres de su tiempo a una vida nueva y sigue influyendo en la historia de toda la humanidad.

San Pablo como hombre Judío trataba de cumplir cabalmente las leyes judías, convirtiéndose en un fanático perseguidor de la Iglesia cristiana, hasta querer acabar con ella, muestra de ello es la muerte de San Esteban. Tras llevar una vida afanada en el cumplimiento de costumbres y tradicones puramente externas y desagradables ante Dios, se convierte por la “Gracia Dios” en un instrumento de Salvación para todos los Cristianos y no cristianos.Por sus enseñazas convincentes y profundas sobre los misterios de la Fe, hizo que los hombres llegaran a Dios por el “conocimiento de la verdad”.

San Pablo es digno de veneración e imitación, él nos enseña a ser hombres fuertes y valientes en nuestras debilidades y a no desfallecer en la fe. Nos invita a repetir con él: “cuando soy débil entonces soy fuerte” , como a decir “Todo lo puedo en aquel que me fortalece”, despojándose de si mismo para llenarse de la Gracia de Dios y decir “Vivo yo pero no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí”.

Por todo lo dicho, San Pablo además de ser Apóstol se puede decir que fue el mejor amigo de Cristo hasta el extremo de dar su vida por él, así, cumple lo que un día dijo Jesús: “Nadie tiene amor tan grande que el que da la vida por sus amigos”. Y termino este sencillo articulo, animando a todos los cristianos para que, como fruto de este año paulino, nos esforcemos por hacer de corazón lo que la Iglesia nos propone siguiendo las directrices que el mismo Pablo nos ha dado en cada uno de sus escritos.

Julio Pérez Martínez

Pablo de Tarso, Apóstol de Jesucristo por voluntad Divina

A San Pablo le conocemos mejor que a ningún otro personaje del Nuevo Testamento gracias a lo que nos trasmite San Lucas en los Hechos de los Apóstoles y lo que él mismo nos cuenta de sí en sus cartas.

Nació en Tarso de Cilicia, de una familia judía de la tribu de Benjamín, pero al mismo tiempo ciudadano romano. En su juventud recibió una profunda formación religiosa, según las doctrinas fariseas, en Jerusalén de su maestro Gamaliel.

Fue perseguidor encarnizado de la Iglesia cristiana naciente. Y de esta actitud sufrió un cambio radical en el camino de Damasco, por la aparición de Jesucristo resucitado, que le manifestó la verdad de la fe cristiana y le dio a conocer su misión especial de “Apóstol de los gentiles”. Y desde aquel día dedica toda su vida, sus energías al servicio de Jesucristo y al anuncio del Evangelio.

Estamos acercándolos al final de año paulino, y hemos de dar gracias a Dios por las abundantes bendiciones que a lo largo de este tiempo Dios ha concedido a su Iglesia; estos días han representado una gran oportunidad para ahondar en la persona, vida y enseñanzas del Apóstol de los Gentiles, así como una ocasión para renovar el impulso misionero de cada bautizado, de los distintos movimientos apostólicos y de toda la Iglesia.

El título del presente artículo cobra fuerzo y sentido gracias al texto de los Hechos de los Apóstoles, (9, 10-16), en el que San Lucas describe el diálogo entre Dios (que elige y llama) y Ananías (testigo de la elección divina), sabré éste que Pablo instrumento querido por Dios, para anunciar el Evangelio de Jesucristo, a los gentiles, a los reyes y a los hijos de Israel. Se anuncia también como esa tarea ardua significará para Pablo grandes sacrificios. Leamos el texto mencionado.

Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo
en una visión: «Ananías.» El respondió: «Aquí estoy, Señor.»
Y el Señor: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de
Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira, está en oración
y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las
manos para devolverle la vista.»
Respondió Ananías: «Señor, he oído a muchos hablar de ese
hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén
y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a
todos los que invocan tu nombre.»
El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de
elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de
Israel.
Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.»

Precisamente, en el camino hacia Damasco, a inicios de los años treinta, Saulo, tuvo este encuentro personal con Cristo Jesús, acontecimiento que le cambió la vida para siempre.

Pablo queda transformado, y este cambio él lo asume con tal convencimiento y decisión, como bien queda especificado en cada una de las introducciones de sus cartas. No titubea en su llamamiento y elección. Leamos por ejemplo las primeras palabras de la Carta a los romanos: “Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios (Rm 1, 1). De igual modo la introducción a la segunda epístola a Timoteo dice: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios para anunciar la Promesa de vida que está en Cristo Jesús”.

Si los cristianos de hoy, como San Pablo, asumiéramos con convencimiento y decisión nuestra llamada personal, por la fuerza del bautismo, otra historia sería de nuestras vidas, y otra fuerza apostólica tendría la Iglesia. Y hemos de tomar muy en cuenta que las circunstancias que rodeaban a Pablo no eran nada favorables ni con los primeros cristianos de Damasco, ni con los judíos; pero él se sabía asistido por la gracia de Dios que no defrauda y que todo lo puede.

La misión apostólica de San Pablo, pues, estuvo rodeada de sacrificios y de grandes renuncias, pero prevalece en él la alegría, y sobre todo de la gratitud, porque el Evangelio que él anunciaba era conocido y recibido por aquellos a los que se les predicaba. Así leemos por ejemplo en la primera carta a los Corintios:

Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a causa de la gracia de
Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús,
pues en él habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en
todo conocimiento. (I Cor. 1, 4-5)

Esta misma idea de alegría y gratitud aparece en la carta a los Tesalonicenses:
Damos gracias sin cesar a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
por vosotros en nuestras oraciones,
al tener noticia de vuestra fe en Cristo Jesús y de la caridad que
tenéis con todos los santos,
a causa de la esperanza que os está reservada en los cielos y acerca
de la cual fuisteis ya instruidos por la Palabra de la verdad, el Evangelio,
que llegó hasta vosotros, y fructifica y crece entre vosotros lo mismo
que en todo el mundo, desde el día en que oísteis y conocisteis la gracia de
Dios en la verdad: ( Tes 1, 3-6).

A la luz de estos textos que nos ofrece San Pablo podremos descubrir que dedicar la vida por entero a Dios no es una tragedia, ni una renuncia ciega, sino un gozo, una gran alegría: Saberse instrumento de redención en las manos de Dios.

Así pues, afrontemos nuestra existencia, con sus alegrías y dolores, sostenidos por este convencimiento que san Pablo nos ofrece: Dios quiere contar también con nosotros para anunciar a este mundo tan maltrecho el gozo del Evangelio.


P. Jorge Mario

Pablo, Instrumento de Dios

¿Quién fue san Pablo? Muy poco sabemos de la infancia y juventud de san Pablo. Sin embargo, de él sabemos que nació en Tarso de Cilicia. Era hijo de judíos de la tribu de Benjamín y de la secta de los fariseos de cultura helenística, poseía la ciudadanía romana. Como judío fue educado sólidamente en la erudición judaica. Esto quiere decir que aprendió con toda la rigidez las doctrinas de los fariseos. Sabemos también que era de carácter impetuoso e indomable de su voluntad, esto lo llevó a una especie de fanatismo en la observancia a las tradiciones paternas (Cf. Ga 1, 14).

Dios tenía grandes planes para Pablo, lo había predestinado para ser su instrumento elegido, pero sobre todo para ser su discípulo muy amado. Sabemos también que Pablo fue siempre un amante de Dios, sin embargo, lo primero que sabemos de él es que fue perseguidor de los cristianos (Hch 8, 1-3), y como tal, no podremos culparlo del todo, pues como verdadero judío defendía ardientemente la fe en la que había crecido.

Ciertamente a Pablo le hacia falta aquel encuentro con Dios mismo, como el que habían tenido los otros apóstoles. Cuanto Pablo tuvo tal encuentro, inesperado habrá que apuntar, con Cristo resucitado no sólo dejó de ser Saulo, pasando a ser el gran Pablo, sino que fue sepultado para el mundo y así resucitó con Cristo para ser otro Cristo (Ga 2, 20). La vida de san Pablo fue, sigue siendo y seguirá siendo el mejor ejemplo de vida cristina que se nos pueda proponer.

El talante aguerrido de san Pablo nunca desapareció, esto fue lo que lo impulsaba siempre a darlo todo, por quien lo dio Todo. La respuesta de San Pablo, aunque no aparezca explícitamente, fue siempre la misma, “Aquí estoy, envíame” (Is 6, 8). Esto hizo que pudiera seguir, hasta el final de su vida, con plena fidelidad el itinerario que Dios le propuso.

San Pablo fue verdadero Apóstol, enviado de Dios para evangelizar al mundo entero, y esto lo demuestra con sus magníficos viajes. El marco geográfico en el que se encuadra, alcanzó únicamente algunos lugares europeos, pero es que ellos –él y sus contemporáneos- no conocían más allá de estos territorios, pero con el paso de los años, san Pablo sigue cumpliendo con la misión encomendada (Cf. Mc 16, 15; Hch 13, 47). San Pablo se caracterizó por fundar muchas comunidades cristianas en cada uno de sus viajes, predicó el Evangelio e hizo discípulos por donde quiera que fuera, y sobre todo enseñó no sólo con su ejemplo, sino también con su predicación, aquella que permanece latente en sus escritos.

San Pablo desgastó su vida por la obra de Dios, demostrándonos así que la vida de santidad, a la que todos estamos llamados, no es un sueño ilusorio, ni pertenece únicamente a aquellos héroes que poseen dotes extraordinarios, sino que es para todo aquel que quiera dar la vida entera por Dios, resucitando con Cristo, buscando las cosas del cielo, en lugar de las de la tierra (Cf. Col 3, 1-3).

A nosotros, discípulos del siglo XXI, nos corresponde nada más y nada menos que empaparnos de la vida de este santo apóstol y seguir sus huellas. Dijo el Papa en su catequesis del 15 de noviembre del año pasado: “Aprendamos de Pablo que la acción del Espíritu orienta nuestra vida hacia los grandes valores del amor, de la alegría, de la comunión y de la esperanza. A nosotros nos corresponde hacer cada día esta experiencia, secundando las sugerencias interiores del Espíritu, ayudados en el discernimiento por la guía iluminante del apóstol”.



Francisco Quiñonez

San Pablo y sus Cartas

Lo que sabemos de la vida del apóstol san Pablo es gracias a lo que el libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra y lo que el mismo Pablo relata de sí mismo en sus cartas. Según Hechos 22,3, Saulo nació en Tarso de Cilicia entre el año 10 y 15 d. C.

Pablo era judío, de padres judíos y en Jerusalén siguió las lecciones de Gamaliel, un prestigioso rabino, para estudiar la Ley de sus padres (cf. Hch 22,3; 5,34ss). Él mismo se tiene por un fariseo apasionadamente aferrado a las “Tradiciones de sus padres” (Gál 1,14; Flp 3,5-6). Todo eso explican que no tardara en tomar posiciones contra la “nueva herejía” que se estaba divulgando en toda la región de Palestina (cf. Hch 24,14) y se convirtiera en uno de sus más tenaces perseguidores (1Cor 15,9; Gál 1,13; Flp 3,6). Cuando ocurre la lapidación de San Esteban en Jerusalén, Saulo era un “joven” (cf. Hch 7,58) pero ya aprobaba tal hecho (Hch 8,1).

Pero la revelación de Cristo glorioso que le fue otorgada en el camino de Damasco (Gál 1,12; 1Cor 9,1; 15,8) transformó por completo su vida. Este encuentro con el Señor resucitado le cambió el rumbo de toda su vida y pasó de perseguidor a servidor de Cristo. Su conversión se debió de dar entre el año 34 y 36 d. C., y después de volver de Arabia, ya convertido al cristianismo, se estableció por tres años en Damasco ejerciendo un primer apostolado cristiano.

Un hecho importante que merece la pena ser subrayado es que para asegurarse de la validez de su trabajo apostólico, se dirige a Jerusalén para conocer a Pedro (Gál 1,18) y sólo después de este encuentro con la cabeza de los apóstoles, Pablo se dirige a Siria y a Cilicia (Gál 1,21) para dedicarse por completo a la misión evangelizadora.

San Pablo es uno de los grandes Apóstoles y maestros que el cristianismo haya conocido. Su trabajo misionero significó una expansión extraordinaria de la cristiandad en el mundo gentil de los pueblos del Asia Menor y Europa. La predicación del Evangelio de Jesucristo se fue abriendo camino en todas aquellas culturas hasta impregnarlas completamente con el espíritu evangélico.

En su trabajo evangelizador tienen gran importancia sus cartas. Éstas, son principalmente apostólicas, es decir, están por completo al servicio de su trabajo misional. Sus cartas se dirigen a las comunidades que él mismo había evangelizado, excepto la comunidad romana, puesto que ya había cristianos antes que Pablo llegara por primera vez a Roma. A estas comunidades las exhorta, amonesta e instruye por medio de sus cartas. En ellas se expresa la vigorosa personalidad de su autor como hombre de acción y no de escritor. Las cartas son redactadas en una situación bien determinada, unos personajes determinados y con una misión precisa. En sus cartas, Pablo intenta configurar la vida concreta con la fuerza del conocimiento teológico profundo, pero el poder de convicción se lo proporciona ante todo la relación de la teología con la vida real. Presenta una teología combatida, la verdad que predica es discutida, negada y combatida.

Hay catorce cartas bajo el nombre de Pablo, pero estudios recientes acerca de la carta a los Hebreos, se inclinan más a considerar que esta carta tiene un autor distinto de Pablo.

Las otras trece no aparecen en el canon según el orden en que fueron escritas, sino que están ordenadas de modo que aparecen las cartas enviadas a comunidades (Roma, Corinto, a la región de Galacia, etc.) y dentro de este criterio, según su extensión en orden de mayor a menor.

Las cartas se dividen en cuatro grandes grupos: 1) Las grandes cartas (Rom, 1Cor, 2Cor y Gál), todas las cuales fueron escritas durante el tercer viaje misionero (Hch 18,23-20,4) entre el año 53 y 58. Estas cartas son las que contienen realmente las ideas fundamentales de la teología paulina. En Éfeso donde Pablo permaneció dos o tres años redactó la carta a los Gálatas y 1Cor; en Macedonia (Hch 20,2ss) redactó 2Cor y en Corinto (Hch 20,2ss) redactó la carta a los Romanos. 2) Las cartas de la cautividad (Ef, Flp, Col, Flm), redactadas durante la primera cautividad romana del apóstol (Hch 28,30ss) y que duró alrededor de dos años. 3) Las cartas pastorales (1Tim, 2Tim y Tit), fueron redactadas entre el año 62 y 66. Se ubican en la época posterior al primer cautiverio romano del autor; 2Tim se escribió durante la segunda prisión de san Pablo en Roma entre el año 66 y 67, prisión que terminó con el martirio del Apóstol. Las tres se ocupan especialmente de cuestiones pastorales. 4) Las cartas a los Tesalonicenses forman grupo aparte al comienzo de la labor misionera epistolar de Pablo, y las escribió en Corinto durante el segundo viaje misional (Hch 15,36-18,22) que se realizó entre el año 50 y 53.

Las cartas pastorales de san Pablo ayudaron no sólo a aquellos pueblos que habían sido evangelizados en aquel momento, sino que aún hoy en día, sigue siendo un Apóstol y maestro del Evangelio, ya que su doctrina condensada en sus cartas comprende una riqueza inestimable para la vida de la Iglesia, de cada cristiano y de todo hombre que busca sinceramente la verdad en Cristo. Valorar la importancia que ha significado la vida y las cartas de san Pablo en la Iglesia, nos tiene que impulsar a redescubrir nuevamente su vital importancia para la Iglesia de hoy y de cómo tenemos que anunciar el evangelio de Cristo que sigue abriéndose camino en los nuevos areópagos de la vida social y cultural de nuestros pueblos y de los corazones de los hombres del siglo XXI.

Carlos Xinico Chuc

Contraportada