HUMILDAD Y CORAJE PARA CAMBIAR

La amistad es lograda con algunas personas que se conocen previamente por intereses comunes, ya sea por trabajo o tiempo libre, por contactos periódicos personales a causa de una simpatía mutua.

Deseo poner por escrito, en esta oportunidad, algún recuerdo que llevo guardado de un gran amigo, a pocos días del primer aniversario en que fue llamado a la casa del Padre: Matías, cuya amistad obtuve al compartir con él un interés común, tiempo de estudio y tiempo libre bajo un mismo techo, el Seminario.

A Matías lo conocí en el Seminario Menor en el 2002, recuerdo que en ese entonces era un muchacho callado, en ese año yo me integré en su grado. Yo al ser nuevo en el grupo temía un poco dirigirle la palabra, lo miraba además de serio, enojado, a parte de ser más grande que yo, tanto en edad como en altura. Al pasar los días, entre estudio y juegos logré ganarme su confianza.

Un día de fin de semana a la hora de cena en la mesa del comedor del Seminario Menor, me reveló una de las grandes dificultades que en ese momento le preocupaba tanto. Recuerdo que al terminar los deliciosos frijolitos de su plato y después de tomar un sobro de café, con una actitud seria, pero a la vez con pena, me dijo: -vos Jocho, me he dado cuenta que a Chino (se refería a Salvador Quiejú) y a vos no les cuesta hablar en público y sacar conversaciones entre los compañeros. Yo le pregunte por qué me lo decía, luego él con pena me dice que su dificultad era precisamente que le costaba hablar y desenvolverse ante un público, entablar conversaciones con personas mayores.

Yo aún me negué a creerle, pero en seguida me recordó que acaso no me daba cuenta de su tembladera de su cuerpo cuando pasaba a exponer en clases, de su frase y palabra que utilizaba como muletías y lo nervioso que se ponía al hablar con alguna persona que represente autoridad, pues no lograba responder bien ni como contar mejor las cosas.

Claro que también me viene a la memoria la respuesta que le di, no fue quizá como él lo esperaba pues me limite a decirle que debía controlar sus nervios al estar ente un público, que no se fijara en los rostros de los presentes sino poner su mirada por encima de sus cabezas, que tratara de hablar con naturalidad a las personas mayores, y que debería tratar más a las personas para poder aprender de ellas.

Es evidente que mi respuesta no fue la mejor y tampoco iba a resolver su problema, pero me di cuenta que a lo largo de ese año y años venideros mejoró, no dudo que habrá puesto los medios venciendo su timidez y también preguntando a otras personas que debía hacer para superar su timidez.

El recuerde de esta vivencia de su vida, me dice que toda persona es capaz de cambiar, de perfeccionarse, claro, si nos lo proponemos. A nosotros, el ejemplo de humildad y coraje de Matías ha de ayudarnos a corregir nuestros defectos pidiendo ayuda a las personas que sabemos que nos pueden ayudar a perfeccionarnos, ya sea en el campo humano o espiritual. Que por la intercesión de San José, justo varón, Dios acoja a mi amigo en su Reino.



José Felipe Jocholá



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