El padre Hermógenes fue un hombre de fe, que luchó por la libertad, la verdad y dignidad de sus feligreses; fue aquel pastor que, a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, defendió a sus ovejas ante las ambiciones de algunos que querían dañarlas; sin duda fue testigo de pobreza, no solo material, sino también espiritual, vió las necesidades reales y abrió su corazón a Dios; se entregó de lleno al prójimo; luchó hasta dar su vida derramando su sangre. El padre Hermógenes murió asesinado, por aquellos que no quieren el bien de la humanidad.
El Padre Eufemio Hermógenes López Coarchita nació el 16 de mayo de 1,928, en Ciudad Vieja, Antigua Guatemala. Hijo de Ángel López Hernández y de Victoria Coarchita Santa Cruz.
Realizó sus estudios de primero a cuarto grado, en Ciudad Vieja. De quinto a sexto grado en el colegio “La Enseñanza”. Al terminar primaria ingresó al Seminario Conciliar de la Arquidiócesis. Cuando terminó sus estudios en latín y filosofía en Guatemala, pasó a cursar los estudios de Teología en el Seminario de San José de la Montaña, en El Salvador. Recibió el orden sacerdotal de manos de Monseñor Rossell y Arellano, en la santa Iglesia Catedral de Guatemala el 7 de noviembre de 1,954. Inmediatamente después lo nombraron director espiritual del Seminario conciliar de la Arquidiócesis.
Entre los cargos de vida parroquial que desempeñó en sus primeros años de sacerdocio, podemos mencionar: la Capellanía de la Iglesia Nuestra Señora de Fátima, en la zona 2 de la capital. Fue párroco de Dueñas, de la Florida de la zona 19. Por otro lado, en el pre-seminario de Santiago, desempeñó los cargos de profesor y director espiritual. Y finalmente, en 1,966, fue nombrado párroco de San José Pinula, regando con sus sudores y su generosa sangre a toda esa comunidad parroquial.
Al entregarse a Dios, necesariamente se entregaba al hombre que sufre, al pobre, al oprimido, al despojado, al marginado. Su espiritualidad era sencillamente vivir de Dios, vivirlo en el servicio al prójimo, y dar su vida por las ovejas. Para el Padre Hermógenes no podía haber tregua ni descanso mientras no hubiera justicia, mientras no hubiera paz, en aquella porción de la Iglesia encomendada a sus cuidados de pastor. En todas las comunidades de San José Pinula resuena el nombre del Padre Hermógenes y su recuerdo vive en la mente y en el corazón de muchos que lo conocieron en vida –su ternura, su amor, su desprendimiento, su abnegación, su entrega-.
Era tan cristianamente desprendido que se negaba a cobrar sus honorarios por sus servicios religiosos, “no se preocupe” sería una de sus frases más comunes. Escenas frecuentes eran estas: en una misa de funerales, al final, después de haberse recogido la colecta tomaba el padre la canastilla con el dinero y lo depositaba en las manos de los familiares del difunto diciéndoles: “para los gastos que faltan”.
El peregrinar del padre Hermógenes por esta tierra fue muy corto. El 30 de junio de 1978, a las nueve y media de la mañana, en su pick-up de trabajo pastoral, regresaba el padre, camino a la aldea San Luis, ya que habían solicitado sus servicios para la atención de un enfermo, servicio al que jamás se negó, sea la hora que fuera, de día o de noche. Cerca de ese lugar lo estaban esperando para cometer un terrible crimen. El padre recibió varios tiros de escopeta, coronado con el “tiro de gracias” en la frente, el padre Hermógenes murió instantáneamente. Le quitaron la vida, pero definitivamente el sigue vivo con su ejemplo, su recuerdo y su palabra, que es la misma Palabra de Dios.
Carlos Encarnación Xamínez Yac