El pade Miguel Ángel nos cuenta algo más sobre su estancia por España



El sábado 14 de marzo pasado fui a una "javierada". Es una peregrinación al Castillo de Javier. La había hecho ya hace tres años, y esta vez repetí de nuevo. Cada uno se hace su plan: muchos se van en bicicleta, otros caminando, y otros trotando. Algunos comienzan a mitad de camino; otros muchos se suman a la peregrinación desde alguno de los últimos pueblos antes de llegar (Sangüesa o Yesa), que están a unos siete kilómetros del Castillo, y otros, más aguerridos, comienzan desde Pamplona. Para no dejar baja la bandera de Guatemala, me sumé a este plan, calculando que 40 kilómetros los haría regularmente bien. ¡Resultaron ser 55 kilómetros!

Hacer el camino solo, es muy difícil. Tuve tiempo para hacer la oración, rezar el Rosario entero, de pensar en mi fragilidad -especialmente la de mis pies-. Entonces, no fui solo; lo digo no sólo porque iba Dios conmigo y toda la corte celestial, sino que también me acompañó... ¡Don Quijote de la Mancha! Aprovechando los medios que nos proporciona la tecnología, me fui esuchando un "audiolibro" -valga la redundancia- de esta famosa novela castellana, y, ¡cuánto disfruté!. Además, tuve tiempo para, mientras contemplaba el paisaje navarro, escuchar "Río Polochic", "Luna de Xelajú", "Llegarás a quererme"..., piezas de Kaibil Balam y Chapinlandia. ¡Eso sólo un "chapín" lo puede hacer!

Gracias a Dios llegué vivo, pero muy contento. La cifra de personas que llegamos fue más o menos de veintiún mil personas. Desde luego, encomendé al Seminario Mayor y al Menor en esta peregrinación, especialmente en la basílica, el sitio en donde está inscrito, en un círculo de mármol blanco en el suelo, con letras doradas: "AQUÍ NACIÓ SAN FRANCISCO JAVIER".

Les envío un saludo a cada uno: al Obispo, a los Formadores y a los seminaristas. Los encomiendo.



P. Miguel Ángel

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