La obediencia ordenada al bien



Quiero iniciar este pequeño artículo invitando a los lectores a que no se limiten a leerlo sino a reflexionar sobre ello, tratando de descubrir la grandeza que supone la verdadera obediencia, y los grandes desastres que causó y que sigue causando la falsa obediencia.

Hablar de obediencia supone necesariamente hablar de libertad porque ésta es un elemento intrínseco e inseparable de la persona, está unida a su misma naturaleza, de tal manera que todo acto de la persona va antecedida por el ejercicio de su libertad. Así, la obediencia siendo un acto de la persona lleva consigo un acto libre, por ello, no se entiende una obediencia sin libertad. Se puede decir que se obedece cuando se acepta libremente el querer de quién lo ordena; por ello, hacer la voluntad de otro sin aceptar libremente lo que quiere no puede llamarse obediencia, puede llamarse servidumbre, hipocresía, etc., pero nunca verdadera obediencia.

Ahora bien, sabemos que la persona es responsable de todos sus actos porque hace en cada uno de ellos uso de su libertad; por tanto es invalido que muchas personas se quieran descargar la responsabilidad de sus actos al justificarse afirmando que dichos actos lo realizan por obediencia. A primera vista podríamos decir que es razonable esta justificación, pero en realidad no lo es. Por ejemplo, muchos de los funcionarios nazis justificaron sus actos inmorales argumentando que ellos actuaron limitándose a cumplir órdenes. Con este mismo argumento muchas personas en nuestra actual sociedad se justifican, tratando con ello de tranquilizar su conciencia, recargando sobre otros la responsabilidad de sus acciones. Es verdad que según los motivos particulares por el cual una persona realiza una acción puede disminuir el grado de culpa, pero nunca eliminarlo.

Veamos por qué es inválida esta justificación que parece razonable. La libertad es autodeterminación al bien, y si ésta precede a todo acto humano, cada acción que realiza el hombre debería ordenarse a la realización de un bien, sin embargo muchas de las acciones de los hombres van dirigidas a obrar el mal, deformando el fin de la libertad. Por tanto, siendo la obediencia un acto del hombre debe estar encaminada siempre al bien, rechazando en cualquier circunstancia utilizarla para un fin malvado, como sucedió no solo con los nazis sino también en otras masacres inhumanas, por ejemplo en tiempos de Herodes y sin ir muy lejos en la terrible calamidad que vivió España en los años 1936 y1937.

Esta es una de las muchas consecuencias que resultan del mal ejercicio de la libertad, ya sea por ignorancia o porque el deseo desordenado de poder y riquezas oscurecen el fin de la libertad. Por tanto la persona debe obedecer si el acto que se le ordena realizar esta encaminado a conseguir un bien objetivo.


Edgar Yovani Loch Ajsac

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