He venido a la Universidad de Navarra, España, para realizar los estudios del Doctorado en Teología Bíblica. A diferencia de los estudios de Licenciatura, este tiempo lo dedico sólo a la investigación. Con la ausencia de clases y exámenes, empleo el tiempo para estudiar en la Biblioteca de la Universidad y elaborar la tesis que, al finalizarla, tendré que defender.
Además del tiempo dedicado al estudio, tengo la oportunidad de colaborar pastoralmente en algunas labores. Un sacerdote se ha ordenado para servir a las almas. Y, cuando por razones diversas se emplea en otros menesteres, siente que algo le falta si no da cauce a esta ilusión-vocación suya.
En concreto, el domingo ayudo en la Capellanía de la Clínica Universitaria, anexa a la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra. Le dedico medio día a este trabajo, que consiste en celebrar una Santa Misa, confesar un tiempo, y estar atento a posibles necesidades, más o menos urgentes, de los pacientes. También ayudo a celebrar la Santa Misa por lo menos dos veces a la semana en el Oratorio de la Biblioteca Central de la Universidad, a la cual asisten estudiantes y profesores a quienes les viene mejor en su horario. Me edifica su piedad y su esfuerzo por asistir diariamente a Misa.
Retomando el tema con que inicié, mis estudios están dedicados a investigar sobre un pasaje concreto de san Pablo: 1Co 10,1-6. Es un intento de estudio sobre la teología y la exégesis de este pasaje. Además de investigar el uso que hizo san Pablo de las “tradiciones del desierto” del pueblo de Israel, también me dedicaré a investigar cómo interpretaron los Padres de la Iglesia el pasaje paulino, objeto de mi estudio.
Como es lógico, a esta altura de la investigación, el proyecto está hecho, pero poco a poco se va decantando el trabajo propiamente dicho. A esto le dedico mis horas de estudio.
Si bien la convivencia en estos lugares no está al mismo nivel de la experiencia que puede tener alguien en Roma, por ejemplo, refiriéndome a experimentar la unidad y la universalidad de la Iglesia, sin embargo, no deja de palparse tal realidad. Es una gran experiencia el convivir con personas de distintos lugares (por ejemplo, de muchos países de Latinoamérica, de Europa, de África, de Asia), una experiencia enriquecedora.
Si me preguntaran si me recuerdo de Sololá y de su Seminario, lo tomaría como una ofensa que alguien lo dude. Todos los días me recuerdo de encomendarles en mis oraciones sacerdotales. A la par de mis oraciones, exhorto a los seminaristas a tomarse muy en serio la formación sacerdotal; no sólo hacen falta muchos sacerdotes –y en eso pueden ser protagonistas- sino que los necesitamos buenos y santos. Sobre todo, que se dejen formar, porque alguien que no quiere dejarse ayudar poco podrá ayudar, por muy inteligente y listo que sea.
Aprovecho la oportunidad de enviar un saludo cordial al Obispo, Mons. Gonzalo, a los formadores y a los seminaristas del Mayor, pero también un caluroso saludo a los del Seminario Menor, formadores, profesores y seminaristas.
Les encomiendo a Nuestra Señora del Camino y a San José, patrono de la Iglesia, patrono de las vocaciones. Dios les bendiga.
P. Miguel Ángel Xicay
Universidad de Navarra
Pamplona, España
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