Entrevista al padre Abelardo


¿Cómo surgió el proyecto de venirse a Guatemala como formador de este seminario?

“Surgió a invitación de Mons. Fuentes, que en noviembre de 1983 pasó por España buscando sacerdotes para trabajar en el seminario de Sololá, que estaba dando sus primeros pasos”.

¿Cuál fue su primera impresión cuando llegó al Seminario Nuestra Señora del Camino?

“Fue una impresión muy grata, debido a la buena acogida que recibí tanto por parte de los 14 seminaristas que aquí se formaban, como, sobretodo, del propio Mons. Fuentes y su recordada mamá”.

Antes de venirse ¿Qué estudios realizó?

“Lo propio de un seminario diocesano: las Humanidades en el Seminario Menor; y Filosofía y teología en el Seminario Mayor. Ya sacerdote, amplié mi formación con estudios de Derecho Canónico”.

Como profesor ¿Cuál fue la primera clase que impartió en el Seminario?

“Inicié dando clases de Derecho Canónico”.

Estando aquí, ¿cómo se comunicaba con sus familiares? ¿Los visitaba después de cierto tiempo?

“Por carta. Con la dificultad de que el correo funcionaba en aquellos años (84-85) muy lentamente. Algunas cartas tardaban en llegar hasta un mes.

En cuanto a las visitas a mi familia de sangre, tuvieron lugar cuando pareció oportuno: cada cuatro o cinco años”.

¿Podría compartirnos algunos recuerdos de su Seminario y de su pueblo?

“Los recuerdos podrían ser muy numerosos: gratos y no gratos, porque de todo tiene la vida. Del tiempo de mi niñez en mi pueblo, recuerdo especialmente la afición apasionada que vivía por el juego de la pelota vasca. De cara al Seminario, siempre recuerdo la ilusión con que a mis once años me preparaba con clases particulares de gramática que mi propio párroco me impartía de cara a alcanzar una adecuada preparación académica para el Seminario Menor.

También recuerdo con especial agradecimiento a Dios la vida de piedad recia que mis formadores supieron inculcarme”.

Después de veinticinco años y aún siendo formador de este Seminario ¿ha notado alguna diferencia entre el ambiente del Seminario de aquél entonces con el de hoy?

“Las condiciones de vida de régimen de funcionamiento son bastante diferentes. Lo que es más que comprensible si comparamos la etapa de los comienzos con tanta escasez de medios: de profesores, de formadores, etc. Con la etapa actual, en que el Seminario ha alcanzado un cierto nivel de madurez y eficacia, si bien –no hay que olvidarlo- siempre está abierto a cambios y perfeccionamiento”.

¿Qué le dice usted a los seminaristas de hoy?

“Que los años de formación para el sacerdocio –siete- son escasos para alcanzar un nivel aceptable de maduración, y no hay tiempo que perder”.

Y como pastor de almas y por su propia experiencia ¿qué les dice a los sacerdotes de hoy?

“A mis hermanos sacerdotes –subrayando que ante todo me lo digo a mi mismo-, que hemos de ser fieles a la palabra dada ante el Obispo; que no defraudemos a los miles de almas que esperan de nosotros un autentico ejemplo de santidad”.

Por el trabajo realizado ¿se siente alegre por lo que ha alcanzado hasta hoy?

“Sí, en gran medida ¡hay tantos motivos para dar gracias a Dios! Ahora bien, alegría completa sólo en el cielo”.

Y para terminar ¿podría contarnos alguna anécdota que le ha tocado vivir en este Seminario?

La vida está llena de anécdotas. ¿A cuál referirme? Podría referirme a aquel gol que metí, ejecutando un tiro de esquina, sin ayuda de nadie: la bola, salió de mi pie con tal efecto que, yendo a dar en el palo contrario, entró en la portería con una limpieza tal que quedamos todos asombrados, empezando por el propio ejecutor de la falta. ¿Habilidad? No: ¡milagro!

Julio Celso Tuy Joj

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