Uno de los ponentes del X Simposio Teológico Pastoral, realizado en nuestro Seminario hace apenas unos días, fue el P. Manuel Riego, conocido como el p. Manolo. Aprovechando su estancia entre nosotros le hemos hecho una entrevista que hoy compartimos con los lectores del Semetabaj.
1. Podría decirnos ¿cuál es su nombre completo y de dónde es originario?
Mi nombre es Manuel Martín Riego, conocido por mis amigos en España como Manolo. Nací en Sevilla Grande, Capital de Andalucía, en un pueblo llamado Efija, a 90 km. de Sevilla, España.
2. ¿A qué congregación pertenece?
A ninguna. Soy un sacerdote diocesano –por lo tanto sano-. Y me ordené en el año 1972, año y medio después de haber terminado mis estudios, pues había empezado a estudiar en la universidad y pedí a mi obispo que me ordenara un año después de haber empezado mis estudios universitarios.
3. ¿Cómo surgió su vocación?
Mi vocación tuvo su génesis en una forma sencilla. Fui educado en una familia cristiana, quizá no tan practicante, pero que sí trataba de vivir los valores evangélicos; en realidad, mis padres eran muy buenos. Me eduqué también en mi infancia en un ambiente salesiano, es decir, en un colegio de salesianos. El ambiente de la época era muy religioso, comparado con el de hoy en día. Por ello, entrar al Seminario no era demasiado difícil ni novedoso. Cursé mis estudios del nivel medio y mi bachillerato en el Seminario Menor de Sevilla, luego me retiré por dos años, después de estos dos años, con una mayor madurez, ingrese al Seminario Mayor.
4. ¿Dónde ejerce su ministerio, actualmente?
En realidad no tengo parroquia que atender, el ejercicio de mi ministerio sacerdotal es más de índole intelectual, pues ejerzo la docencia en la Universidad de Sevilla. Y es precisamente en la atención y convivencia con los estudiantes donde realizo mi labor pastoral-sacerdotal.
5. ¿Qué estudios ha realizado y dónde?
Logré realizar mis estudios de teología en Sevilla sacando mi licenciatura, luego saqué mi doctorado de Historia, en Sevilla. Poco tiempo después fui a Roma por órdenes de mi obispo a realizar una licenciatura de Historia de la Iglesia. Y estando en Roma aproveché a sacar unos cursos de Arqueología Cristiana.
6. ¿Es la primera vez que llega a Sololá? y, ¿cómo le ha parecido este bello departamento?
En realidad sí, es la primera vez que me encuentro en Sololá y espero que no sea la primera ni la última. Incluso es la primera vez que viajo a Guatemala. Lo que es cierto es que “el lago de Sololá es un sueño”, también la calle llamada “Santander” (Panajchel) me gustó mucho por su colorido y sobre todo el encanto que llega a tener por las noches. Espero además que pueda visitar buen número de los pueblos que se ubican en la orilla del lago de Atitlán. La impresión que llevaré de Sololá, además de su tierra y su gente, es también su Seminario, no tanto el edificio, sino los chavales –seminaristas- que estudian y viven en él. En ellos noto mucha ilusión y deseo de ser buenos y santos sacerdotes.
7. Nos gustaría que nos contara cómo le llegó la invitación a participar en este Simposio.
La verdad las transacciones, por así llamarlas, la realizaron en enero entre Monseñor Bernabé y Monseñor Gonzalo, comunicándole que yo vendría por estas fechas a Guatemala, y le pidió allí que se pudiera dar un taller de los Valores a los seminaristas de Sololá. Pero luego, cuando Monseñor Gonzalo viajó a España, me llamó por teléfono, pidiéndome que si estaría dispuesto a dar una ponencia durante un Simposio en el Seminario, unos días antes del taller. Por tanto, yo tuve la ocasión de conocer a Monseñor Gonzalo en San José Pinula el 30 de junio, en la misa del Padre Hermógenes.
8. ¿Alguna anécdota o acontecimiento que le ha marcado su vida sacerdotal?
No soy bueno para contar anécdotas, más bien, les contaré un hecho de mi vida, que hizo que ésta tenga el rumbo que hoy día estoy trazando. Este hecho es que el año 82 marcó un cambio en mi vida. La llegada de un nuevo obispo a mi Diócesis, vio la necesidad de un sacerdote que fuera a estudiar a Roma, el curso de Historia de la Iglesia, y me pidió que fuera yo, pues veía que era la persona más indicada para ello. Luego el cambio se dio en este momento, porque en la Ciudad Eterna no solo estaba yo estudiando, sino también impartía clases. Es aquí entonces donde empezó mi vida intelectual, de investigación y docencia.
9. Algún mensaje para los formadores y para los seminaristas.
Los formadores, seguramente intelectuales ya son, incluso más que yo; por ello me dirijo diciéndoles que sean “buenos” -formadores-, que nos viene bien a todos.
A los seminaristas les diría que aprovechen este tiempo de formación en el Seminario, tanto en el plano intelectual, humano, espiritual y pastoral.
Quisiera agregar por último: un saludo
a todos y en particular
a cada uno de los seminaristas.
Por: José Felipe Jocholá y Santiago Tzep
No hay comentarios:
Publicar un comentario